miércoles, mayo 04, 2005

Capítulo 4

- Miré a mi ayer y encontré a un niño asombrado. Era un niño descubierto, era un niño caído. Cuando el viento dejó de soplar quiso el niño crecer y la sabiduría se mostró asequible. El precio no lo sabía... Debo hoy dejar la cama, debo dejar mi casa... Debo pagar el precio del que sabe algo y no sabe casi nada. Penitencia del saber ignorante que acompaña mis días y mis noches en tormento.
En la olla cuecen los roles de quién aspira a la plenitud. En la mesa los cubiertos fríos de metal dan miedo. Miedo a ser proyecto de nada. Y en la esquina una mujer espera a su hijo. Y en el patio una voz que no entiendo. Y el motor lejano de un coche, y una bocina, y ruido ronco de fondo. Un mundo animado rodea mi pequeño derrape. Y el derrape de cada cual.
La ranura que permite colocar a cada cual en su sitio está hoy cerrada. Estoy definitivamente desenfocado. Será mejor buscar la inconsciencia barata y esperar que sea en segundo lugar el lanzamiento de la tesis final. Mientras espero en la química dulce, espero que el ruido continúe arrullando mis oídos.
Tranquiliza saber que por encima de la incertidumbre de cada cual, la cosa funciona. Mañana saldrá el sol.

Malgesini